La vida nos marca. Nuestros cuerpos cargan con historiales de
información – de trauma e impacto: el recorrer de
la experiencia.
Estas inscripciones, escritas en la textura de nuestra piel y
nuestros huesos, en nuestro lenguaje y nuestras mentes, son increíblemente
ricas en significación.
Las marcas pueden vincularse a fuerzas, a la memoria o a la relación
de acciones y de las consecuencias de éstas mismas, en
nuestro propio cuerpo.
Este
es el borde de la mesa y la fisura en la tibia. Es aquí
donde se produce ese dolor recurrente – una marca que escapa
de ser cicatrizada a un nivel molecular.
Aquí es donde puedo escuchar tu voz, imaginar tu cara cuando
no estás. Algunas cicatrices se desvanecen, otras permanecen
sólo en sus efectos posteriores.
Hay las que se rehúsan a dejarnos, mientras más
están por llegar y otras existen en proceso de ser escritas
– como engramas que se graban en el cuerpo.
Este
tema explora la cicatriz como signo – como ápice
de lo que conocemos, el tejido que une la acción con los
rezagos de su propio efecto.
La observa como significante y significado, en el biplano contenido-expresión.
Nos preguntamos ¿cuánta información asociada
puede estar contenida en la cicatriz?
Y más aún, ¿cuánto podemos esperar
comprender sobre la estructura latente de los signos y los sistemas
de signos que reposan bajo éstas?
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